sábado, 27 de enero de 2018

Agencia Sagrada
-El Propósito Humano en el Orden Sagrado

 Fuente:https://kingsleydennis.com/sacred-agency/
                                                                          
                                                                           La trascendencia
es la única alternativa real
a la extinción.
Václav Havel
Independence Hall
Philadelphia, 4 de Julio, 1994
 


Estamos universalizando
al humano. [1]
Henryk Skolimowski
The Participatory Mind



La consciencia humana ha recorrido un largo camino:
ha cambiado desde el modo primitivo arcaico, animista, al religioso y científico, y más tarde a una consciencia industrial mecanicista.
Nuestros ancestros no vivían en el mismo mundo en el que vivimos ahora, ni exhibirían el mismo tipo de consciencia que nosotros en la actualidad.

La consciencia no es un fenómeno fijo o una expresión estática, cambia con los flujos y las corrientes de la historia, el tiempo y el ambiente.

Tras las sucesivas revoluciones industriales comenzó a emerger un modo integral de consciencia que se amoldó a una perspectiva de "estilo maquinal" de control, poder y eficiencia, que finalmente impulsó a la sociedad global hacia un crecimiento acelerado y un consumo excesivo.

Esta consciencia integral surgió paralelamente a una nueva era de innovación tecnológica. Es decir, una consciencia que refleja dinámicas de conexión y comunicación a lo largo de un tiempo y un espacio condensados.

Puede decirse que hemos ido de la fe devota al conocimiento objetivo, para llegar finalmente a una comprensión de que todo depende del yo subjetivo.

A lo largo de todo el viaje, como el héroe que atraviesa el submundo, nos hemos aventurado lejos en busca de un modo de ser - un estado de consciencia y percepción - que puede beneficiarnos. Un lugar de consciencia autoconsciente, que podríamos denominar sagrada, ha estado presente en la humanidad desde un principio.

Nunca se marchó, sólo nos fuimos nosotros. Como observó el psicólogo Abraham Maslow, esta situación es similar al comportamiento de muchos individuos.

Maslow señaló cómo la gente deja de hacer algo importante, creyendo que otros lo harán en su lugar. En algún lugar del camino acordamos internamente quedarnos atrás y no sobrestimar nuestras habilidades.

Se diría que demasiados de nosotros y durante demasiado tiempo hemos evitado ser "completamente humanos" y nos contentamos con seguir siendo "sólo humanos".

Con independencia de cómo lo articulemos, la presencia sagrada dentro de la humanidad no puede denegarse, siendo como es una expresión del impulso evolutivo. Como tal, no se detiene en las etapas transicionales sino que se ve impelida a empujar hacia estados y grados de consciencia cada vez más altos.

Estamos en manos de una fuerza que apenas podemos reconocer.

Durante todo el largo viaje de nuestro desarrollo los seres humanos han estado profundamente implicados en estedespliegue sagrado (a falta de una expresión mejor). Lo que esto quiere decir es que el anhelo transcendental de ir más allá de nuestro estado presente persiste en cada uno de nosotros.

Todo ello, nuestro propio humanismo, debería ser parte inherente de nuestra mitología cultural. O al menos debería influir en cómo entendemos y percibimos nuestra realidad.

Nuestra experiencia de la realidad nunca es pura, sino que siempre está mediada por nuestra consciencia en sus diversos estados de recepción. Los mitos que mantenemos como individuos, culturas y especie colectiva reflejan nuestro propio estado mental.

Desafortunadamente, desde hace demasiado tiempo la humanidad se ha considerado separada del cosmos. Nos sentimos como exiliados sobre un planeta muerto en algún lugar en los márgenes de nuestra galaxia.

Si no nos conocemos por completo puede que sea debido a que nuestros mitos culturales (nuestras narrativas) nos colocan dentro de una realidad cósmica aislada.

Para integrarnos verdaderamente debemos reconocer que cooperamos, no sólo sobre el planeta sino también dentro de una mitología más grande. En otras palabras, deberíamos aceptar nuestra responsabilidad como poseedores de una agencia sagrada.

Después de todo, la historia de la civilización humana es nuestra propia historia como agentes de cambio.

 


Agencia sagrada

El filósofo Karl Jaspers se refirió al periodo entre los años 800 y 200 a.C. como la era axial.

Fue un tiempo en el cual, según Jaspers, aparecieron expresiones similares de un pensamiento nuevo en Persia, India, China, y el mundo occidental.

También indicó que la era axial representaba un periodo de transición, en el cual las viejas certidumbres habían perdido validez y otras nuevas estaban por aparecer.

Las nuevas religiones que surgieron en esa época - hinduismo, budismo, confucianismo, taoísmo y monoteísmo - influyeron en un nuevo pensamiento en términos de individualidad, identidad y condición humana.

Estas nuevas religiones emergentes ayudaron a catalizar nuevas formas de pensamiento y expresiones de consciencia humana. Aunque, con el tiempo, ya hemos visto que no triunfaron estableciendo un cambio evolutivo permanente.

El pensador social Duane Elgin se ha referido a nuestro tiempo actual como la segunda era axial porque las religiones de separación están siendo reemplazadas por un nuevo espíritu de comunión.

Elgin dice que el mundo se mueve hacia una comunión espiritual y una conexión empática con un cosmos viviente.

Puede que necesitemos que se nos recuerde que no hay ningún otro lugar adonde ir siendo que el cosmos ya existe dentro de nosotros. Esta consciencia empática de la que habla Elgin puede relacionarse con la consciencia integral emergente que refleja nuestra inter-conectividad incrementada mediante nuestras redes globales.

Esto se conecta con nuestro innato impulso fundamental para buscar comunión y coherencia.

Un modo de consciencia humana que busca coherencia es en sí mismo un reflejo de un orden natural universal. En otras palabras, es un bucle de retroalimentación auto-referencial.

Así que permítanme especular...

Mi sugerencia es que el propósito de la vida humana sintiente sobre este planeta es el de impulsar el establecimiento de una consciencia planetaria coherente.

En otras palabras, actuar como un canal para "aportar", es decir, recibir consciencia, desde el campo de consciencia y manifestarla específicamente (es decir, proyectarla) en nuestra realidad terrenal.

Aquí hay un paralelismo con el concepto de Aurobindo de Supermente/Sobremente, en el hecho de que una forma más elevada de consciencia pueda hacerse inmanente en el plano material.

Aurobindo se refería a ello como la evolución humana moviéndose hacia una era supra-racional o espiritual que exhibiría un modo de consciencia intuitivo o gnóstico.

La canalización más sutil del campo de la consciencia requeriría una preparación de la receptividad humana. Es decir, nuestra mente y hasta quizá nuestro sistema nervioso tendrían que estar suficientemente preparados para actualizar con éxito esta potencialidad.

Elevando aspectos localizados de la consciencia humana mediante percepciones y conocimiento podemos incrementar mejor la coherencia de la consciencia entre todos:
una forma de trascendencia colectiva a través de la consciencia de especie.
Y esto se puede hacer tangible mediante agentes locales - es decir, cada uno de nosotros - que se hagan perceptivos y conscientes de los actos cotidianos correctos de pensamiento, conducta y ser.

Es un tipo de consciencia sensible y equilibrada que sólo llega con esfuerzo y disciplina considerables. Esa disciplina forma parte del despertar al desarrollo dentro de cada individuo, que luego influye sobre nuestras percepciones y experiencias vitales.

De esa manera, podemos llegar a reconocer que ya no somos individuos aislados o una masa inarticulada. Somos consciencia localizada actuando a través de individuos perceptivos que buscan conscientemente conectarse, colaborar y cuidar el futuro.

Cada uno de nosotros, como consciencia localizada, es un reflejo de la consciencia no-local más grande.

Y esta es la razón por la que cada uno de nosotros también es un reflejo del otro. Ningún individuo vive dentro de un caparazón separado de todos los demás sino que está conectado con todos a través de nuestra humanidad consciente.

Lo que estamos viendo emerger por todo el mundo son los primeros revuelos de una civilización planetaria, la cual está conduciendo hacia la diversidad y la coherencia.

Y cuando conectemos y compartamos nuestros pensamientos, ideas y visiones estaremos ayudando a fortalecer la señal o recepción de consciencia y por tanto la incorporación de la consciencia cósmica superior.

Una consciencia planetaria expandida por la Tierra puede muy bien ser un propósito cósmico esencial.

 


El propósito humano en el orden sagrado

Descubrimientos científicos recientes indican que nuestra realidad está codificada desde más allá del espacio-tiempo cósmico; y como tal nuestra realidad se comporta de una manera consistente con lo que se conoce como proyección holográfica.

Es decir, la totalidad de nuestra realidad está in-formada desde una consciencia profunda más allá de ella.

El cosmos conocido actúa por tanto como un campo no-local de consciencia, a partir del cual la vida sintiente se forma como una manifestación localizada.

A través de diversas religiones y textos sagrados, y distintas tradiciones de sabiduría, se ha inferido que el universo (la realidad material) nace como un camino para que su fuente "se conozca a sí misma".

Esto es una reminiscencia de la famosa máxima del Oráculo de Delfos "conócete a ti mismo".

O, en lenguaje moderno, podemos decir que somos los ojos con los que el cosmos se contempla a sí mismo.

La consciencia de sí mismo se atribuye en general a aquellos organismos sintientes que están en las altas cumbres del desarrollo mental. La auto-reflexión es uno de los preciados atributos de la autoconsciencia.

Más aún, la autorrealización es algo que reconocemos en cada consciencia individual alcanzada. Comprender el yo es parte del camino de la actualización humana.

Es un camino en el cual propósito y sentido son motores y potenciales esenciales. Los seres humanos - o podríamos decir los humanos haciéndose - son impulsados de forma natural por un anhelo, un propósito, y esto significa una conexión con un impulso sagrado.

En nuestros días, la civilización humana ha cambiado hacia una era de autorrealización sin precedentes.

El psicólogo Abraham Maslow, que creó una escala de autorrealización, reconocía que una de las características de quienes se auto-actualizan es que tienen muchísimas menos dudas de lo que es correcto o incorrecto que las personas normales, y actúan de acuerdo con este conocimiento interior.

Continuando con la especulación,
·    ¿Cómo sería la autorrealización a mayor escala o como consciencia planetaria o galáctica?

·    ¿Cómo sería una consciencia cósmica auto-consciente totalmente realizada operando a través de todas sus manifestaciones localizadas?
Esto constituiría un estado de consciencia coherente auto-percibida más allá de nuestra imaginación.

Sólo podemos especular o contemplar internamente la posibilidad.

Recapitulando, la consciencia humana es una expresión localizada de un campo no-local de consciencia más grande. Como seres sintientes recibimos aspectos de esta consciencia que impregnan nuestro espacio-tiempo, somos animados por ella, y entonces lo manifestamos mediante nuestras propias mentes y culturas humanas.

Nuestras expresiones individuales de consciencia también se reflejan de vuelta hacia el campo no-local de consciencia más grande.

Cuanto mayores sean nuestra percepción individual y nuestra realización consciente, mayor será la actualización total del campo de consciencia holográfico completo (como en un bucle de retroalimentación).

Por decirlo de otra manera, la consciencia cósmica se "in-forma" mediante la percepción emergente de cada una de sus sub-partes o componentes. Entonces, el arte de lo sagrado consiste en que cada uno tenemos un papel haciendo que el mundo inacabado cobre existencia mediante la participación consciente.

Cuando cada uno de nosotros despierta (por usar una metáfora común) la red cósmica resplandece más brillante.

Si sobre este planeta despiertan suficientes consciencias individuales podemos catalizar un campo planetario localizado hacia una percepción consciente colectiva.

En tal caso, cada uno es un agente consciente de la realización y la inmanencia cósmicas. Cada cual tiene la obligación, durante su existencia en este planeta, de elevar su expresión localizada de consciencia individual.

Haciéndolo, contagiamos e inspiramos a otros con nuestras vidas para elevar las suyas, así como para reflejar de vuelta hacia la consciencia cósmica nuestra contribución consciente.

De esa manera, podemos actuar como ciudadanos del cosmos y como guardianes del arte sagrado.

Hemos llegado a un lugar en el cual podemos reconocer y aceptar que nuestra realidad no es un asunto estático sino activo, un reino fluido que nos exhorta.

Y sabiéndolo, estamos obligados a aceptar las obligaciones y responsabilidades inherentes a ese papel. Estamos en un camino de perfeccionamiento - de realización y comunión consciente—que es el camino eterno de lo sagrado.

A través de este viaje sagrado de consumación nos conectamos y entramos en comunión con todo lo demás, en nuestra realidad y más allá. Como seres humanos se nos ha encomendado esta labor sagrada. Podemos tomar consciencia de nuestra contribución creativa a la realidad y esto puede darnos sentido y propósito.

Quizá esto nos depare finalmente nuestro lugar en el cosmos. ¿Y cómo podemos recorrer este camino?

Podemos iniciar este viaje mediante nuestros pequeños actos de percepción consciente: nuestros pensamientos, actitudes y comportamiento, y nuestras acciones cotidianas.

En el siguiente nivel, nuestros cambios sociales y nuestras tecnologías emergentes pueden formar parte de este proceso, estableciendo una mente expandida y un abrazo empático por toda la faz de la tierra.

La magia está viva, lo mágico nunca muere. Todo es, en última instancia, una tecnología del alma; y todo lo mágico, toda la ciencia y todas las manifestaciones humanas forman parte de esta tecnología conmovedora.

Y con cada paso hacia delante nos acercamos a una comunión conmovedora con un gran orden sagrado y consciente.

El impulso sagrado alienta la manifestación de la consciencia a nivel individual, colectivo y planetario. Y un día seremos testigos de un gran despertar, sin precedentes en este planeta, y esto puede muy bien ser el propósito de la vida sintiente, como agentes conscientes del orden sagrado.

Esto es probablemente más una realidad que una fantasía.

El tesoro escondido, que es la verdadera esencia de nuestra existencia, quiere ser conocido - por nuestro conocimiento de nosotros mismos - mediante nuestros viajes individuales de autorrealización. No estamos solos.

Un gran futuro planetario nos espera, como un gran tesoro que anhela comunión.

Bienvenidos a la nueva historia...
 

La verdad
tiene que aparecer una sola vez,
en una única mente,
para que ya nada pueda impedir jamás
que se propague universalmente
e ilumine todo.
Teilhard de Chardin
El corazón de la materia




Referencias
[1] En el original inglés "cosmologizing". En su sentido más general, un cosmos es un sistema ordenado o armonioso. Se utiliza como sinónimo de universo, considerando el orden que éste posee, antítesis de caos.


El Primer paso es……….
IDENTIFICAR EL PROBLEMA.
El primer paso es identificar el problema.
Y el gran problema del mundo en estos momentos,
• no es la corrupción y la criminalidad desmedidas de las élites financieras y de sus obedientes esbirros del mundo de la política
• no son las guerras, ni el hambre, ni el terrorismo (incluidas las innumerables operaciones de falsa bandera)
• ni el desequilibrio entre los que lo tienen casi todo y los que no tienen nada
• ni tampoco la proliferación de las superbacterias
• ni el cambio climático o algo que se le pueda parecer
• ni tan solo la amenaza de un asteroide que se lo cargue todo
El auténtico gran problema al que se enfrenta el mundo en estos momentos, es el DEPLORABLE ESTADO MENTAL de la mayoría de la población mundial, especialmente en los países occidentales y más acomodados.
Y decimos que este estado mental generalizado es el principal problema, porque básicamente, es el que nos impide enfrentarnos a todos los otros problemas que hemos enumerado anteriormente.
Estamos inmersos en un estado de hipnosis colectiva, de conformismo rayando en lo servil, de pasotismo ante los abusos constantes, incluso cuando los experimentan los ciudadanos en sus propias carnes y pueden identificar a los abusadores con nombres y apellidos.
Vivimos en sociedades enfermas, pobladas por muertos vivientes, con una falta total de rebeldía, tanto a nivel colectivo como individual.
Se apagó el fuego,
• de las luchas obreras
• de la lucha por los derechos de la mujer
• de la lucha por los derechos raciales
• las luchas por la justicia y la igualdad social, de cualquier

Solo quedan protestas cosméticas con voces apagadas y siempre pidiendo permiso para no molestar.
Ya no hay ese fulgor en la mirada de los que deberían luchar por sus derechos y por el futuro de sus hijos y que procede siempre de la dignidad herida.
Solo hay el pasotismo del que espera que aquellos que más le desprecian, le solucionen los problemas a cambio de meter una ridícula papeleta en una urna cada 5 años.
Tenemos más posibilidades y más herramientas que nunca para conectar con el resto de personas y organizarnos por nosotros mismos sin el permiso de nadie; más posibilidades que nunca para luchar por lo que queremos y para expresarnos libremente.
Pero esas herramientas maravillosas, empezando por la Internet, no sirven de nada, porque nuestro estado mental de hipnosis colectiva, las convierte en algo inútil:
la mayoría las utilizan para hacerse selfis y compartir su profunda estulticia con los demás, a cambio de la insulsa dosis de dopamina ofrecida por unos pocos likes.
La proliferación de películas de zombis de estos últimos años, quizás eran un reflejo inconsciente de lo que está sucediendo a escala social, en este mundo cada vez más globalizado.
Parece como si las mentes de los creadores hubieran bebido de una suerte de inconsciente colectivo y hubieran plasmado en imágenes aquello que todos intuimos y experimentamos en nuestro interior y que no sabemos traducir en palabras.
Es como si una vocecita en nuestro interior, enterrada por toneladas de escombros culturales, chillara tratando de despertarnos, para advertirnos del camino de autodestrucción en el que estamos inmersos… pero no sirve de nada.
Estos últimos años, hemos podido ver con impotencia como crecía la represión hacia nuestras libertades más básicas, avanzando como un buldózer sin que nadie haya movido apenas un dedo (y no, mover el dedo en la pantalla del móvil, no cuenta).
Desde el 11-S de 2001 y las políticas de control masivo que le han seguido, nuestras libertades sociales no han parado de recortarse, día tras día, sin que nadie pestañee, y siempre justificando el siguiente atropello bajo el pretexto de la seguridad.
Y hemos llegado a un punto en que no importa que la gente sepa que muchos de los atentados terroristas son operaciones de falsa bandera, o que sus gobiernos les roban y les mienten, o que sus dirigentes venden armas o hacen negocios con los mismos regímenes criminales que después promueven los ataques terroristas en su suelo y contra sus conciudadanos.
Cualquier noticia o revelación, se ha convertido en poco más que un artículo de consumo...
En el imaginario popular, no hay ninguna diferencia entre el efecto que provoca una noticia escandalosa que debería indignarnos hasta incendiar las calles y el capítulo de una sitcom:
el consumidor lo ve, reacciona acorde con lo que ve mientras dura la noticia y después la borra de su memoria, como quien olvida un capítulo de "Big Bang Theory".
Pero lo realmente grave, es que lo que estamos perdiendo va mucho más allá de las libertades relativas a los derechos sociales, políticos o económicos.
No estamos ante un fenómeno reciente y nuestra pérdida de libertad, no se circunscribe a las decisiones políticas tomadas estos últimos años, bajo el epíteto de "la lucha contra el terrorismo".
Llevamos décadas perdiendo libertad como individuos y sobretodo, perdiendo nuestro contacto con la esencia que nos hace humanos y nos conecta con nuestros instintos más básicos, aquellos que nos abren la puerta a la dignidad individual y a su expresión en forma de rebeldía y lucha por nuestros derechos.
Estas últimas décadas hemos perdido enormemente como personas, sin que ni tan solo nos hayamos parado a pensar en ello.
Pondremos unos ejemplos que la gente de más edad comprenderá mejor que nadie.
Los que fueron niños hace 20, 30, 40 o 50 años lo sabrán:
¿Recuerdan ustedes como podían salir y jugar en la calle con otros niños, sin la paranoia y el nivel de vigilancia que existe en la actualidad?

¿Recuerdan cuando se despellejaban las rodillas jugando, sucios hasta las cejas, sin que ello representara un peligro de "infección mortal inmediata" que necesitara de desinfectantes o productos farmacéuticos?
Si, se ve que hubo un tiempo no muy remoto, en que los niños aún tenían un sistema inmunitario y su interacción con las bacterias presentes en su entorno y en la propia naturaleza, no implicaba una "amenaza de muerte" como ahora, sino todo lo contrario: la posibilidad de que su cuerpo aprendiera a luchar y fortalecerse.
¿Recuerdan cuando los niños sabían lo que era un pollo, un cerdo, una cabra o una vaca, sin que se lo tuvieran que enseñar en cuentos o escuchar su canto grabado en un juguete de Playskool?
¿Recuerdan cuando podían divertirse jugando con cuatro piedras, o con una tiza, o con una pelota o unos soldaditos de plástico y no necesitaban consolas de videojuegos de última generación que imaginaran por ustedes?
Sí, hubo un tiempo no muy remoto, en que los niños reían, saltaban y correteaban y siempre encontraban alguna diversión, sin tener que estar sentados ante una pantallita.
¿Recuerdan cuando los niños inquietos que no podían estarse quietos porque les sobraba la energía, eran calificados simplemente de "traviesos" o "terribles" y eran castigados sin merienda y no corrían el peligro de que apareciera un cretino que les diagnosticara trastornos inexistentes como el TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad)?
¿Recuerdan cuando los niños se peleaban, se arrojaban piedras, se partían la cara y había abusones, pero no había acosos enfermizos y crueles tipo bullying?
¿Recuerdan cuando los niños y las niñas jugaban a "papas y mamás" o a "los médicos" y descubrían por si mismos los principios de su sexualidad sin que tuviera que venir un psicólogo o les tuvieran que dar asépticas clases de educación sexual?
¿Recuerdan cuando lo descubrían todo por sí mismos y no a través de pornografía en Internet, distorsionando su visión del sexo para siempre?
¿Recuerdan cuando las familias podían ir a una playa sin encontrarse con miles de turistas descerebrados atiborrándolo todo?
¿Cuando aún existían pequeñas calas y playas ocultas y no masificadas, libres de construcciones que destruyeran el entorno?

¿Cuando aún había bosques que llegaban a pie de playa y no solo moles de cemento en forma de chalets o rascacielos?
¿Cuando llegaba el verano y la gente no necesitaba un anuncio televisivo pagado con dinero público, que le aconsejara beber agua para no deshidratarse, porque todo el mundo, incluidos el gato y el perro, ya tenían el suficiente sentido común como para saberlo por natural?
¿Recuerdan cuando se podía ir al bosque sin encontrarlo lleno de colillas, latas, bolsas de plástico y basura?
¿Cuando la gente era capaz de ir de picnic, e incluso hacer fuego en una área boscosa sin provocar un incendio forestal, porque los rebaños de cabras habían hecho limpieza del sotobosque de forma natural?
¿Recuerdan cuando podían subir a un tren sin tener que pasar por controles de seguridad, tornos, lectores de billetes electrónicos y el escrutinio de miles de cámaras y tipejos uniformados escrutándoles como si fueran un general?
¿Recuerdan cuando podían repararse sus propios coches o trucarse sus propias motos en el sótano de sus casas sin tener que pasar mil y una inspecciones?
¿Cuando podían levantar una pared o un porche en sus terrenos, sin tener que pedir permiso al ayuntamiento porque esa era su propiedad y sin temer que pasaran aviones de vigilancia a inspeccionar las obras que ustedes hacían en sus propias casas, para poder saquearles mediante impuestos y sanciones destinados a los bolsillos de cuatro ladrones?
¿Recuerdan cuando los jóvenes podían pedir un trabajo en una tienda, un taller o incluso en una editorial, sin verse obligados a presentar un currículum que demostrara que habían estudiado mil idiomas y que tenían 10 años de experiencia?
¿Cuando las personas aprendían oficios o profesiones sin tener que estudiar antes mil y una cosas inútiles para sacarse títulos innecesarios que nada tienen que ver con sus aptitudes profesionales?
¿Recuerdan cuando antes de ir a la cama no necesitaban consultar compulsivamente la pantalla de un móvil o pasarse 3 horas ante la TV, como si fuera un ritual de vida indispensable?
¿O cuando podían comer con sus familiares sin que hubiera la pantalla de la TV hablando por ustedes?
¿Recuerdan cuando las frutas y las verduras eran de temporada y tenían sabor de verdad, cuando el pan olía a pan y cuando podían tomar cualquier producto sin que estuviera envasado, plastificado y desinfectado hasta convertirlo en un amasijo de materia sin sabor y repleto de colorantes industriales?
Y podríamos seguir así durante horas.
Les haré una confesión:
yo he vivido todo eso.
Y por eso, soy consciente de lo que hemos perdido.
Es cierto:
ese pasado estaba lleno de oscuridad, de incomodidades, de atrasos culturales, de prejuicios horribles y discriminaciones, de terribles injusticias y de males y abusos silenciados por la hipocresía y la falta de libertades sociales, especialmente en países tradicionalmente abonados al atraso cultural y social.
De ninguna manera estoy diciendo que todo lo pasado fuera mejor, ni mucho menos.
Esa actitud corresponde a los ancianos y a los retrógrados enfermizos que odian cualquier avance que no puedan comprender y que se aferran ciegamente a cualquier pasado en el que aún tuvieran erecciones.
No pretendo hacer un recordatorio nostálgico de presuntos "tiempos mejores", sino solo una rememoración de las cosas que hemos dejado perder innecesariamente.
Quizás nos deberíamos preguntar:
¿Realmente hemos progresado, si nuestro presunto progreso tecnológico y social ha acabado con tantas cosas que nos conectaban con nosotros mismos, con nuestros instintos y con la naturaleza?
¿De verdad es incompatible el avance tecnológico y social con conservar aquello que teníamos de bueno, eliminando solo lo que nos impedía mejorar como sociedad o crecer como individuos?
Porque es eso:
avanzar, progresar, significa MEJORAR.
Aprovechar los avances para poder ser más libre.
En cambio nosotros somos menos libres como individuos. Estamos más controlados y somos aún más dependientes de artefactos externos de lo que lo éramos antaño.
Y necesitamos permisos del estado hasta para mover un dedo.
Cuando pierdes la esencia de lo que eres, la chispa de la vida, el contacto con tu instinto y sobretodo gran parte de tu libertad, no has progresado en absoluto: solo has destruido lo bueno que tenías.
Sí, hemos conseguido grandes avances, pero hemos perdido aspectos esenciales de nuestras vidas...
Fíjense:
La medicina ha avanzado enormemente y podemos curar muchas enfermedades que antes eran letales; pero las superbacterias proliferan y los sistemas inmunológicos de las personas se debilitan.
Nuestros cuerpos no saben defenderse por sí mismos sin antibióticos o porquerías químicas.

Si hubiéramos progresado correctamente, podríamos tratar todas estas enfermedades antes incurables, y a la vez no ver como proliferan las superbacterias y se debilitan los sistemas inmunológicos.
Vivimos una crisis de masculinidad, con una creciente cantidad de hombres con un esperma débil y mujeres infértiles.

Sin hablar de la proliferación de trastornos sexuales que afectan a cada vez más gente, especialmente a los hombres.
Tenemos más libertad sexual que nunca, pero tenemos más trastornos y adicciones que nunca para no poder disfrutarla.
¿Qué sentido tiene todo esto?
Y como decíamos antes, sobretodo tenemos mucho más acceso a la información y más capacidad que nunca en toda la historia para intercambiarla los unos con los otros… y sin embargo, la mayoría de la población sigue siendo tan o más idiota que antes y mucho más sumisa y conformista, especialmente las clases medias y trabajadoras.
No importa en absoluto que la mayoría de la población ya no sea analfabeta, o que muchos incluso tengan estudios.
Siguen votando, adorando u obedeciendo servilmente a los mismos líderes que les roban el pan y el futuro, como lo hacían los analfabetos de hace 50 años.
¡En países como Peru, la misma masa servil e idiotizada, sigue votando a los mismos que ya gobernaban durante la dictadura!
Con el agravante de que antes, el "tonto del pueblo" era tratado como tal, y ahora, los "tontos del pueblo" se hacen ricos saliendo en las televisiones y son convertidos en ídolos de masas.
Lo tenemos todo para ser más libres y más creativos que nunca y en cambio, somos más esclavos y más dependientes de las cosas que poseemos y de las élites más poderosas.
Si tenemos los instrumentos necesarios para ser más libres y no lo somos, lo que falla no son las herramientas, sino nosotros mismos.
Nuestra brutal pérdida de libertad, solo es explicable por ese estado mental pasivo y conformista, casi servil. Y ese estado mental solo se explica por la pérdida de nuestros instintos y de nuestra esencia como seres humanos.
De momento, nuestras mentes ya son asépticas y están perfectamente esterilizadas.
Pronto naceremos envueltos en una bolsa de plástico…

"Una inteligencia no humana modificó el ADN de nuestros antepasados", afirma investigadora

  Algo que no ha podido ser explicado del todo es la rápida evolución del humano. ¿Cómo llegamos a convertirnos en el Homo Sapiens en poco...