Aunque tal cosa como la "involución" no existe propiamente en el sentido biológico:
todo cambio hereditario, en
cualquier dirección, está subordinado y entra dentro de lo que llamamos
"evolución."
Algunos animales
experimentan fenómenos de regresión hasta el punto de que pueden
"evolucionar" a volverse ciegos. Con involución nos
referimos aquí a una regresión evolutiva que va en contra del
desarrollo integral de una especie y pone en riesgo su supervivencia como tal.
Me preguntó aquí si no nos estará
ocurriendo como a los "peces
bruja" y nosotros también nos estamos volviendo
ciegos (y sordos) pero a una forma de existencia más sutil y poética.
Algunas personas han esbozado la
hipótesis de que el ser humano ha dejado de evolucionar debido a que, a diferencia
de lo que ocurre naturalmente con otras especies, nosotros mantenemos con
vida a los débiles, y las comodidades de la vida moderna no exigen una
competencia que acelere mutaciones.
Esto es incorrecto:
recientemente, los biólogos
genéticos han observado claramente la existencia de mutaciones.
Y por supuesto, como han
entendido los biólogos de las últimas décadas, la evolución cultural no está
separada de la biológica.
A lo que nos referimos aquí es a
una especie de bifurcación en el proceso evolutivo humano - no a algo seguro,
sino a algo posible, de lo cual existen algunos indicios.
El historiador Yuval
Noval Harari, en su libro Homo Deus, teoriza que con el advenimiento
de la inteligencia artificial, un grupo selecto de
seres humanos se aliará a las máquinas inteligentes y se optimizará
nano-tecnológicamente, separándose del Homo
sapiens, de manera análoga a como el Homo sapiens se
separó del reino animal.
Esta inteligencia artificial
sería algo así como el nuevo fuego de Prometeo.
Sin embargo, esta extirpación de
una élite probablemente no dejaría a la especie humana - al sapiens- incólume; por el
contrario, tal escisión supondría probablemente su degeneración, quizás de
la misma manera en la que hoy el ser humano amenaza seriamente la existencia de
buena parte de las especies del mundo - y buena parte de las que no
están amenazadas son plagas o animales que son criados para el consumo.
El Homo sapiens podría derivar, en
esta versión, en algo así como "ganado sofisticado".
A lo que me refiero con la
"involución del ser humano", sin embargo, no es al escenario
que pinta Yuval Noah Harari.
Está por verse hasta qué punto se
convierten en realidad los sueños de tecnoutopistas como Ray
Kurzweil, y más allá de que la tecnología pueda optimizar y alargar la vida
a niveles cuasidivinos, no resulta evidente que se pueda crear una
inteligencia artificial, en el sentido de máquinas conscientes o máquinas capaces
de hospedar conciencias humanas.
La ciencia realmente no sabe lo
que es la conciencia - el llamado problema duro.
Y, si bien es posible, como creen
muchos científicos panpsíquicos - una nueva ola de animismo que está colonizado
la ciencia - que la conciencia sea fundamental y que exista de manera
universal, incluso a nivel atómico, esto no significa que la experiencia
consciente en su aspecto metacognitivo - justamente el aspecto del sapiens, la conciencia
autorreflexiva - pueda homologarse a la materia o que pueda reducirse a la mera
complejidad.
Si la conciencia no es un fenómeno
emergente, sino que es fundamental, es posible que el ser humano sea la
intención y la dirección que lleva esa conciencia - la inteligencia misma
del universo - en un proceso de autorrevelación.
Esto en el sentido de las ideas
de Schelling, Hegel, Whitehead y Jung, entre otros.
Es decir, el ser humano podría
ser la encarnación del espíritu universal, el vehículo de la conciencia misma -
que como potencialidad inmanifiesta, los idealistas alemanes, y el mismo Jung,
llamaron "el inconsciente" - para hacerse consciente de sí mismo: la
forma en la que Dios se conoce a sí mismo.
El sentido del hombre, sugiere
Jung, tal vez sea permitir que la imagen de Dios no sólo
encarne una vez sino continuamente.
"somos una forma para que el
cosmos se conozca a sí mismo",
...pero con una importante
diferencia:
en su visión el cosmos no tiene
ninguna intencionalidad, no tiene ninguna inteligencia latente.
Si el universo se podrá conocer a
sí mismo en nosotros - que somos "polvo de estrellas" - esto es un
accidente de la evolución. No un destino del Ser, no una voluntad trascendente
que se autorrealiza en la inmanencia.
Raimon Panikkar, en su
libro The Rhythm of
Being, sugiere que el ser humano moderno, residente de un un
mundo tecnócrata, que sigue la idea del progreso en un sentido
estrictamente material, se encuentra en una "regresión del Homo sapiens al animal habilis".
En vez del hombre que sabe, el
hombre que hace cosas útiles. En vez del hombre que filosofa y busca conocer y
entrar en contacto con el misterio de la existencia en su propia alma, el
hombre que crea tecnología para conocer vicariamente y, más aún, eliminar el
misterio de la existencia.
Un mundo que busca lo
material-tangible y rechaza lo ideal-espiritual, en el que,
"el prestigio y la
credibilidad de la filosofía nunca han sido más bajos".
El hombre moderno quiere ser un
ingeniero, no un filósofo.
"Nuestro sentido de lo real
se ha encogido al Wirklichkeit (esto
es: a lo que funciona), a lo efectivo, lo eficiente, y demasiado frecuentemente
a lo expedito".
El término alemán Wirklichkeit significa
"realidad" y contiene la raíz "werk" (work, en inglés),
"trabajo".
Nuestra visión de la realidad es
utilitaria y se reduce a la operación de las cosas materiales.
Panikkar considera que esta
cortedad imaginativa nos separa de una noción más vasta en la que la
realidad se concibe como un ritmo de interpenetración entre el hombre, el
cosmos y la divinidad:
lo cosmoteándrico.
Existe en el hombre una sed
divina tan íntima como la urgencia de crecer y reproducirse.
Este deseo nunca ha dejado de
operar, y en la era secular esta sed - que es un instinto de religiosidad: la
inmanencia de lo trascendente - se manifiesta como el deseo de obtener la inmortalidad a través de la tecnología.
Y, sin embargo, en la visión
teológica orgánica, que se ha desarrollado como una filosofía natural durante
milenios en las más diversas culturas, esta sed anhela la divinización no como
una prótesis o un injerto sino como el reconocimiento de la propia naturaleza,
como el descubrimiento de una realidad increada, eterna.
Es el fruto del autoconocimiento,
lo que le sigue a la frase del oráculo de Delfos: "Conócete a ti
mismo"... y
conocerás el universo y a los dioses. La regresión hacia el animal habilis significa
crear otro ser para que experimente y realice el deseo prístino del ser humano,
crear un doble transhumano (e inhumano) para que viva el sueño divino del ser
humano.
Esto podría ser equivalente a
renunciar al propio destino.
(Por eso un pensador como Douglas
Rushkoff ha llegado al punto de hablar en términos tan simplistas,
pero tan necesarios, de un team
human, en oposición a un equipo transhumano o
robótico).
Claro que el hombre moderno
tecnócrata no considera que esto sea una traición; puesto que piensa que el
progreso es absoluto, todo lo contemporáneo es superior a lo antiguo.
Y entonces, tal sueño espiritual
orgánico es sólo un remanente retrógrado del pensamiento mágico.
Se piensa:
"Jamás el hombre natural, el
hombre primitivo, habría de lograr la inmortalidad, así que si lo podemos hacer
con máquinas, ¿cuál es el problema?".
Y sin embargo, existe toda una
tradición multicultural que sostiene que dicha inmortalidad no sólo es posible
para el ser humano en un futuro, sino que es una realidad que ha sido
experimentada por numerosos adeptos en el pasado.
Que es la realidad misma de la
naturaleza humana, que no es concebida como mero ente material: el ser
humano es un animal racional, y más aún, un animal metafísico.
La idea del Homo Deus no es nueva;
es central a todas las tradiciones religiosas, incluyendo el cristianismo, al
menos dentro de la Iglesia ortodoxa, donde la theosis es el misterio central. La
búsqueda de la divinidad inmanente es la esencia de todo el misticismo.
En este sentido, como demuestra
Erik Davis en su libro Techgnosis,
la tecnología moderna tiene una veta o una corriente mística subterránea.
Pero a mi juicio es un misticismo
desviado y un tanto aberrante, ya que nada garantiza que la máquina cumpla
nuestros deseos sino, por el contrario, parece oponerse a ello en tanto a que
atrofia nuestra cognición inmanente.
La Internet hace énfasis en recolectar
y manipular información, en lugar de contextualizar y conceptualizar su
significado.
Rara vez se interroga a la
historia o a la filosofía; como regla, se exige información relevante a las
necesidades inmediatas y prácticas.
En el proceso, los algoritmos de
los motores de búsqueda adquieren la capacidad de predecir las preferencias de
clientes individuales, permitiendo que los algoritmos personalicen los
resultados y los hagan accesibles a terceros para propósitos comerciales o
políticos.
La verdad se vuelve relativa. La
información amenaza con anegar la sabiduría.
La inteligencia artificial, al
amaestrar ciertas competencias con mayor rapidez y dominio que los humanos,
podría con el tiempo disminuir la competencia humana y la condición humana
misma, al tiempo que la convierte en data.
Fuente https://pijamasurf.com/2018/05/esta_es_la_forma_principal_en_la_que_la_dependencia_tecnologica_nos_esta_afectando_y_es_alarmante/
· La
Máquina pone en riesgo todo lo que hemos logrado.
· La
dejamos que reine en lugar de que obedezca.
Siguiendo a Jung, me parece que
los mitos y los dioses que existen en el fondo de la psique no pueden ser
eliminados del todo, sino que regresan - el regreso de lo represo - de manera
patológica cuando no son escuchados en sus propios términos.
Cuando el ego humano no le
pone atención a lo que desea el alma, ésta lo enferma, y cuando no se reconoce la
existencia del numen, éste se convierte en un peligroso trickster, en una fuerza titánica
autodestructiva.
Jung veía
en la ciencia materialista moderna la continuación - aunque en forma
pervertida - de la alquimia occidental:
la espiritualización y
deificación de la materia.
La gran obra de los alquimistas
se conseguía a través de la conjunción de los opuestos.
Esta misteriosa operación
conjugaba tanto metales y elementos químicos como aspectos de la psique - el
arquetipo femenino y el arquetipo masculino, la conciencia y el inconsciente,
el Sol y la Luna, etc. - siendo todos ellos análogos a principios espirituales.
Los procesos de transformación
química en el laboratorio podían verse como un teatro mágico en el que se
reflejaban los mismos procesos de transformación psico-espiritual del
alquimista (y viceversa).
La proyección de la opus magnum a la
materia se ha exacerbado al punto de querer hacer el hierosgamos, el matrimonio
alquímico, con las máquinas, unir la conciencia humana (el software) con el hardware de
una computadora para alcanzar la inmortalidad, la piedra
filosofal (sólo que sinfilosofía).
Si se me permite cierta
especulación simbólica, ya no se trata del matrimonio del
cielo y la tierra o del cielo y el infierno, sino del
matrimonio de la tierra con el infierno o de la tierra con la tierra, del hombre
materialista con el mineral, y no la elevación de la materia a su espíritu
celeste, separando lo puro de lo impuro, liberando la luz divina atrapada en
los abismos inconscientes.
En términos simbólicos:
esto es una desviación de la
armonía arquetípica y no realmente una conjunción de los opuestos.
Es una operación al estilo Frankenstein,
o al estilo del falso demiurgo de los gnósticos, o al estilo de
aquel ángel que prefirió reinar en el infierno que servir en el cielo...
APENDICE
El primer efecto del
entendimiento en la naturaleza es la división de las fuerzas, ya que sólo
entonces el entendimiento puede desdoblar la unidad que existe inconsciente
pero inmanentemente en la naturaleza como en una semilla, de la misma manera
que en el hombre la luz entra en su oscuro anhelo para crear algo...
Pues, ya que este ser (de
naturaleza primordial) no es nada más que el fondo [grunt] eterno para la
existencia de Dios, debe de contener dentro de sí mismo,
aunque aprisionada, la esencia de Dios como un atisbo
resplandeciente de la vida en la oscuridad de las profundidades.
El enlace vital que surge de la
división - es decir de las profundidades del fondo natural, como el centro de
las fuerzas - es, sin embargo, el alma. Pues el entendimiento original alza el
alma como algo interno de un fondo que existe independientemente, el alma así
permanece independiente del entendimiento original como un ser particular y
autosuficiente...
Si, a través de la mutación y la
división de todas las fuerzas, el más profundo punto interno de oscuridad
inicial está siendo finalmente transfigurado totalmente en luz, entonces la
voluntad de este mismo ser, hasta el punto en el que es individual, es también
una voluntad particular, sin embargo, por su propia cuenta o como el centro de
todas las otras voluntades particulares, [es] uno con la voluntad primordial o
el entendimiento, de tal modo que forma una totalidad única.
La elevación
del centro más profundo hacia la luz no ocurre en ninguna de las criaturas visibles
para nosotros salvo en el hombre. En el hombre yace la totalidad del principio
oscuro y al mismo tiempo toda la fuerza de la luz. En él está el abismo más
profundo y el cielo más alto o ambos centros.
La voluntad
humana es la semilla - oculta en eterno anhelo - del Dios que
está presente aún sólo en el fondo; es el panorama divino de la
vida, aprisionado en las profundidades, el cual Dios contempló
mientras forjó la voluntad hacia la naturaleza.
F.W.J. Schelling, Investigaciones
Filosóficas sobre la Esencia de la Libertad Humana
Las necesarias contradicciones
internas en la imagen de un Dios creador pueden reconciliarse en la unidad y
totalidad de la persona como coniunctio
oppositorum de los alquimistas o como unio mystica.
En la experiencia de la persona
ya no se prescinde, como antes, de la oposición "Dios y Hombre", sino
que la oposición se sitúa ya en la misma imagen de Dios.
Tal es el sentido del "culto
divino", es decir, del culto que el hombre puede prestar a Diospara
que la luz surja de las tinieblas, para que el Creador se haga consciente de su
creación y el hombre de sí mismo.
El hombre, en virtud de su
espíritu reflexivo, se ha destacado del mundo de los animales y demuestra, por
medio de su espíritu, que la naturaleza ha puesto en él un elevado premio, y
precisamente a la evolución de la conciencia.
A través de ella se adueña de la
naturaleza, al reconocer la presencia del mundo y confirmar en cierto modo
al Creador.
De este modo el mundo se
convierte en fenómeno, pues sin reflexión consciente no lo sería. Si el Creador fuera
consciente de sí mismo, no necesitaría ninguna criatura consciente.
(Recuerdos, sueños y pensamientos, C.G.
Jung y Aniela Jaffe)
Sin la conciencia humana para
poder reflejarse en ella, el bien y el mal simplemente ocurren, o de
hecho, no hay bien y mal, sólo una secuencia de eventos neutrales, o lo que los
budistas llaman la cadena nidana,
la concatenación ininterrumpida de causas que lleva al sufrimiento,
la vejez, la enfermedad, y la muerte.
El entendimiento del Buda y
la encarnación de Cristo rompen esa cadena a través de la
intervención de la conciencia humana iluminada, la cual así adquiere un
significado cósmico y metafísico.
(C.G
Jung, Letters Vol. II,
310-311)
http://www.ngenespanol.com/naturaleza/animales/17/01/5/animales-que-evolucionaron-para-adaptarse-evolucion-regresiva/
fenómenos
de regresión https://news.nationalgeographic.com/2016/10/reverse-evolution-explained-hagfish-penguins-snakes-science/
.